top of page

El Sueño de Berlanga

Silencio, eso es lo que se oye. Ni el chas! de la claqueta, ni las órdenes del director, ni la voz de un personaje fantástico, ni luces, ni cámaras, ni acción. El paisaje al entrar en la ciudad es fantasmal. En los magníficos edificios de oficinas, en los enormes platós y hasta en los talleres retumba el eco de los pasos de algunos empleados de mantenimiento. ¿Qué pasó para que el sueño que Berlanga creía haber cumplido se haya esfumado?

 

Esa es la imagen desoladora que presenta Ciudad de la Luz actualmente, sin actividad.

La idea se originó en 1998, cuando Eduardo Zaplana era el Presidente de la Comunidad Valenciana y Luis Díaz Alperi el alcalde de Alicante. Faltaba un año para las elecciones municipales y Alperi carecía de algo que estaba muy de moda en la Comunidad: un gran proyecto. El primer edil alicantino sentía envidia de que la vecina Benidorm presumiera de Terra Mítica, un parque de atracciones que se iba a convertir en una mina de oro para la ciudad. Alperi necesitaba presentar ante su electorado unas instalaciones que igualaran la promesa de crecimiento para la antigua Lucentum.

Talleres cerrados,

ésta es la imagen desoladora

que presentan los estudios actualmente.

“En el proyecto inicial hablan de un complejo metropolitano, después de un complejo lúdico y, años después, cuando ya está en marcha el proceso de expropiación deciden que va a ser algo relacionado con el cine”. Finalmente, en 1999 se apruebó el Plan Especial de Usos e Infraestructuras que ya tenía el sobrenombre de Ciudad de la Luz.



Lo que para los barones del PP era simplemente un gran proyecto con reclamo electoral, para Luis García Berlanga supuso cumplir un viejo deseo. El productor se había formado en Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, una auténtica escuela de cineastas donde descubrió el séptimo arte, la pasión de su vida. El directo de Bienvenido, Mister Marshall, Plácido o El verdugo ansiaba crear una escuela de cine parecida vinculada a unos estudios que permitieran impulsar el talento de los jóvenes de su tierra.

En 1999, un año más tarde, Berlanga creó y se pudo al mando de la empresa de gestión de estudios Aguamarga junto a otros promotores, con el único objeto de ser la administradora de Ciudad de la Luz. Aguamarga participó también del proyecto con un 25% del accionariado; el resto de la inversión inicial la realizó Sociedad Proyectos Temáticos, la empresa pública de la Generalitat Valenciana.

Como si de un ejercicio de improvisacion se tratara, aún sin  tener muy claro qué clase de proyecto sería, la Generalitat se decidió a expropiar 2.350.000 m2 de terreno del barrio de Aguamarga a más de una treintena de familias y empresas. Ricard Sala, abogado de varios de los afectados, explica que fue meses después del inicio de las expropiaciones cuando se decidió el uso del terreno.



Comenzaba a rodarse el sueño de Berlanga y la ilusión de otros productores valencianos, como Ximo Pérez, que lo veían como “una oportunidad para captar producciones americanas y europeas”. Sin embargo, Ciudad de la Luz nació con dos problemas de base que, más tarde, se convertirían en la pesadilla de la Generalitat.

 

Las familias y empresas que habían perdido su terreno se organizaron a través de la Plataforma de Afectados de Aguamarga y comenzaron inmediatamente con las acciones judiciales. Sus abogados defendían que la expropiación se había hecho cuando aún no existía una razón para llevarla a cabo porque la Consellería de Urbanismo ni siquiera sabía para qué se iba a utilizar. Después de años de recurrir los tribunales de la Comunidad, en 2011, el Tribunal Supremo dictaminó una sentencia a favor de los expropiados.

 

Ahora, la Generalitat debe llegar a un acuerdo con los afectados. El Gobierno valenciano está obligado a indemnizar adecuadamente a aquellos cuyo terreno ha sido ocupado por los estudios. En cambio puede escoger entre devolver el terreno o indemnizar, también, a los dueños de las hectáreas que nunca se ocuparon porque se expropió más terreno del que se utilizó finalmente.

 

Al problema con las expropiaciones se le sumó un segundo pilar por el que acabaría derrumbándose la extraordinaria obra: su planificación económica. Se pretendía que una ciudad sin antecedentes en la industria cinematográfica dejara en un segundo plano a sus competidores. De la noche a la mañana y con un capital de 600.000 euros Alicante debía convertirse en el escenario de Europa... una fantástica historia digna del mejor guión berlanguiano.

síguelo en:  

© 2013 Trabajo de Fin de Grado de Rocío Ros Rebollo. Todos los derechos reservados. 

  • c-facebook
  • c-tbird
  • c-youtube
bottom of page